lunes, 6 de febrero de 2012

DAR AFECTO, PONER LIMITES

Vía Olga Rodriguez


Estaremos de acuerdo en qué educar el hijo es una combinación de:
• Dar libertad, estimular, potenciar el individuo que se va separando de los padres
• Asegurar el afecto, necesario por la propia autoestima
• Ponerle unos límites, claros, razonados, diferentes por cada edad, que le den seguridad.
Entendemos por "limites" las normas establecidas y la aceptación de negativas.
Los límites deben tener una función educativa, no sancionadora. Permiten que el niño tenga un marco de referencia, unas reglas de juego, dentro las cuales tomar decisiones, resolver los conflictos. (Ej.: reglas del fútbol; no se podría jugar sin ellas). No es cierto que el niño sin límites es un niño feliz; al contrario está desorientado, prueba continuamente hasta dónde puede llegar y pide que lo paren. Y los límites los debemos fijar los adultos.
La familia tiene dos bloques, los padres y los hijos, con intereses, necesidades, derechos y deberes propios. Los padres, juntos, han de ofrecerse como tales. Reflexionar y decidir, la responsabilidad inicial de gestionar la convivencia es suya. No confundir los hijos: seremos respetuosos al máximo, pero no somos todos iguales, no somos colegas (tendrán muchos durante la vida).
Tener hijos es el trabajo más difícil que puede ejercer una persona. Y no nos dan Formación Profesional ... Implica dedicación y calidad. Pero a la vez es necesario que los padres puedan continuar teniendo intereses y derechos, que no se sientan anulados como personas. Demasiada abnegación sobre los hijos puede conllevar en algún caso resentimiento y a pedir gratificación.
El niño necesita sentirse querido por los padres, como persona única; y estos a su vez han de saber manifestarle su afecto incondicional. Pero también necesita sentirse digno, merecedor, de este afecto.
Y el niño aprende que es bueno portándose bien. Hacia los 4-5 años aparece la conciencia moral en el niño, y empieza a discriminar cuando se porta bien y cuando no. Hace falta darle oportunidades de estar satisfecho de su comportamiento.
La manera de comunicarnos con él es importante: Hay que censurar conductas, no criticar personas. Con la crítica sólo conseguimos dañar la autoestima.
Manifestar al niño que es querido tal y como es, pero que lo que queremos es ayudar a que aprenda unas determinadas conductas, frente otras que le crean problemas y que él sabrá variar.
Tanto como la edad lo permita, compartir este objetivo con el niño y hacerlo partícipe de la conducta que queremos conseguir.
Es lógico que los chicos opongan resistencia a los "no" y a las normas. Por las propias características de la edad, los niños de 4 - 6 años son egocéntricos, les cuesta derogar la satisfacción, tienen menos "frenos" que los adultos, menos tolerancia a la frustración...
Pero como son muy elásticos a cualquier aprendizaje, es una edad clave por aprender a respetar normas. Ahora bien, quienes establece el límite ha de estar preparado para defenderlo. No escandalizarnos si los chicos expresan su protesta, es normal que no quieran perder beneficios adquiridos. Les haremos saber que entendemos su enojo, pero que no debemos cambiar la pauta acordada. Hace falta explicar, razonar los motivos, pero no más veces de las necesarias, después toca obedecer.Y a los padres los corresponde mantener su palabra.
Sin violencia, con firmeza y un poquito de sentido del humor.
Como consecuencia de las características antes mencionadas (egocentrismo, especialmente) los niños a menudo piden toda la atención de los padres. En la administración de la atención rae una parte importante del éxito educativo. Dar atención, como refuerzo, ante las conductas positivas. No dar atención ante las conductas negativas. Procurar ignorar, dentro del posible, las conductas negativas. En ocasiones, irse del escenario de la "trifulca". Hablar demasiado, emocionarnos, refuerza la conducta que queramos extinguir. Dar explicaciones breves, que le sirvan al niño (estás cansado, tienes los 5 minutos "tontos" ...) Según la edad, distraerlo o proponerle maneras de tranquilizarse él mismo, de serenarse
Ante una conducta negativa: Disminuir el uso del castigo tanto como sea posible. El castigo sólo sería "útil" cuando fuera extraordinario, aversivo y garantizara el aislamiento (condiciones difíciles). Pero, además, siempre refuerza la dependencia hacia los otras y no ayuda a hacer elecciones responsables. A veces, incluso excusa el niño (yo he hecho enfadar los padres/ los padres me han castigado / ya estamos en paz).
Hace falta que los padres actúen con serenidad, no sumando su nerviosismo al del niño. El que sí es necesario es que el niño se encuentre con la consecuencia lógica de aquello que ha hecho, o ha dejado de hacer, y que ya conocía previamente que pasaría. A veces, el niño escoge una conducta que le supone una pérdida (hoy no puedes salir, la habitación no está arreglada, en orden has perdido mucho tiempo, no podemos ir a ... / mañana lo podremos volver a intentar). Se trata de ayudarlo a tomar decisiones responsables.
Cuando el niño se porta bien, notará que estamos contentos, pero también le haremos darse cuenta de las ganancias que ha conseguido (has sabido jugar con..., hemos tenido tiempo por ...). El niño debe ser el primero satisfecho de él mismo, de sus aprendizajes.
Aprende para crecer el, no tanto por complacernos a nosotros.
Los hábitos de orden en casa facilitan la convivencia. Los horarios, las rutinas previsibles, el anuncio de situaciones, el "prevenir" las dificultades... ayuda a evitarlas. También es muy importante ser constantes en las demandas, y siempre que sea posible -sobre todo en estas edades- procurar que padre y madre las compartan.
Educamos por el qué somos. Las actitudes de los padres siempre podan más que las palabras. Nos habríamos de esforzar en manifestar las actitudes que queremos que aprendan nuestros hijos (por ej. se difícil cambiar las conductas violentas del niño, si los padres verbalmente lo piden pero ellos siempre responden con violencia; es difícil dar seguridad si los padres se muestran muy inseguros, etc.)
Criar a un hijo es una buena ocasión por conocernos más a nosotros mismos, y aprender a canalizar las propias emociones.
Buscamos tiempos por divertirnos, todos juntos en algunas ocasiones, y con cada uno de los hijos en otros. Tiempo relajado, en que dejamos de lado las tensiones y podamos hacer las actividades que más nos gusten. Si adquirimos la costumbre de dedicar, a diario, un ratito de atención concentrada al niño, será uno de los mejores momentos del día, para él y para nosotros.
Tenemos derecho a equivocarnos, no podemos ser padres perfectos. Es suficiente con ser padres reflexivos, que observan y se cuestionan. Poco a poco aprenderemos a ajustarnos a aquello que cada hijo necesita.

IMPORTANTE PARA LOS PADRES:
En momentos de “rabietas”:
- Mantener el control, esto ayuda los niños a recuperarlo.
 
- Tratar de distraerlos y cambiar la atención hacia otra cosa.
 
- Mostrar cierta indiferencia, puesto que en aquellos momentos ellos no atienen a razones.
 
- Reflexionar sobre el qué ha pasado cuando ya todos estemos tranquilos, hablar:
 
Nosotros entendemos sus demandas, sus sentimientos pero hay diferentes formas de mostrarlos: gritar, dar golpes... no es la mejor.
 
• Evitar situaciones complicadas en determinados momentos: cuando están cansados, cuando tienen sueño.
 
• No caer en la trampa de dar todo aquello que piden.
 
• Actuar con paciencia, sin perder los nervios, no respondiendo con gritos o pegando.
 
• Paciencia, afecto, comprensión, pero a la vez firmeza.
BIBLIOGRAFÍA PARA PADRES. "Límites a los niños. Cuando y cómo". C. Nitsch y V. Von Schelling. Ed. Medici. "Cono el cariño no basta". Nancy Saliman. Ed. Medici. "Duérmete, niño". E. Estivill y S. Béjar. Ed. Plaza & Janes. "Entre padres y hijos". Carme Thió de Polo. Ed. Barcanova. Webs de interés: http://www.solohijos.como http://www.edu365.cómo

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